viernes, 17 de junio de 2011

España, política y transversalidad

David Ortega Gutiérrez

David Ortega Gutiérrez

 Profesor Titular de Derecho Constitucional 

de la Universidad Rey Juan Carlos

Uno de los rasgos característicos y definitorios de Unión, Progreso y Democracia es la transversalidad, una idea original en nuestro panorama político, tradicionalmente muy departamentado en dos grandes bloques: la izquierda y la derecha. Entendemos que la realidad política española no se puede reducir a un esquema tan simple, maniqueo y reduccionista. Ya no estamos en el siglo XIX, la sociedad ha evolucionado de forma importante y los planteamientos de antaño ya no valen para explicar la realidad social y política del presente, de nuestro siglo XXI.
Con el binomio izquierda-derecha se tratan de explicar cosas que ya no entran en esa dicotomía, de hecho, los principales problemas que hoy tiene la política española no encajan para nada en este añejo esquema. La despolitización del Tribunal Constitucional, del Consejo General del Poder Judicial, de las Cajas de Ahorro, la racionalización del Estado Autonómico, el control de su excesivo gasto y derroche en duplicidades, disfuncionalidades y descoordinaciones, el cerca de 25 % de economía sumergida, la corrupción que afecta a todos los partidos políticos tradicionales, la injusticia de un sistema electoral desigualitario y no proporcional, por citar sólo algunos ejemplos, no se pueden entender ni afrontar desde la pobre división izquierda y derecha.
En qué consiste la transversalidad. De entrada, busca evitar las posturas dogmáticas y sectarias en la manera de abordar los problemas, la transversalidad parte de superar el concepto de las dos Españas, de apostar por una tercera España basada en la comprensión, la tolerancia y la convivencia en la diferencia y en compartir una serie de principios comunes como el progreso real de los ciudadanos en su vida privada y social, el respeto al Estado de Derecho, profundización en una democracia más sustantiva que formal, no imponer a los ciudadanos ningún concepción sobre el mundo y la realidad -eso queda dentro de su esfera privada y particular-, analizar los problemas desde una postura racional, sin prejuicios, teniendo como fin argumentativo los dos pilares esenciales de nuestra sociedad, la libertad y la igualdad, tener un carácter pragmático ante los problemas en términos de eficacia y eficiencia, especialmente en la gestión, el respeto siempre prioritario a los derechos fundamentales.
Ya en 1926 Ortega y Gasset nos advertía en su Rebelión de las Masas que reducir la política española a la dicotomía izquierda y derecha era una “forma de hemiplejía moral”. Es muy bueno que ochenta y cinco años después la mayor parte del pueblo español dé la razón a Ortega, cuando en un estudio publicado recientemente, Pulso de España 2010: un informe sociológico, coordinado por el reconocido sociólogo Juan José Toharia, se afirme que más del 80% de los españoles busca a los problemas políticos una solución más pragmática dentro de los parámetros de eficacia y eficiencia y tan sólo el 15% prefiere una solución desde planteamientos ideológicos, en el concepto clásico del término.
Estoy convencido que la política de bloques ideológicos simples y reduccionistas de la España de izquierdas y de derechas no nos está haciendo ningún bien como pueblo, todo lo contrario, nos resta fuerzas y nos impide prosperar. Creo que la transversalidad es una gran idea que ayuda a superar estas lamentables orejeras, aporta una visión más acorde con la realidad de los nuevos tiempos, proporciona lo que en el mundo anglosajón se denominaopenmindness, una cierta apertura a salir de los planteamientos propios para escuchar al otro y ponerlos en juego, incluso reconocer que estás equivocado, cosa que no suele ocurrir cuando uno está anclado en el dogmatismo o en el sectarismo.